La Sombra de la Conjura by Sergio Alejo Gómez

La Sombra de la Conjura by Sergio Alejo Gómez

autor:Sergio Alejo Gómez [Alejo Gómez, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-03-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XXXI

El campamento se acabó de montar bien entrada ya la noche. La columna fue llegando poco a poco al lugar escogido por los ingenieros y agrimensores[35] de la legión. Como iban con retraso a consecuencia del contratiempo ocasionado por el asalto, se movilizaron cuatro centurias más para colaborar en la construcción del recinto. Se tuvo que hacer bajo la luz de las antorchas, lo que dificultó más la construcción. Mientras los legionarios trabajaban afanosamente, con buen criterio y como era habitual en territorio no sometido, los altos cargos destinaron una cohorte entera a tareas de vigilancia, por lo que casi toda la legión al completo estuvo ocupada hasta la finalización de la tarea. Una sorpresa había sido más que suficiente, no querían perder más hombres en esa jornada, y ese era uno de los momentos más débiles para la seguridad de la legión, por lo que la atención debía aumentar.

A lo lejos se podían ver antorchas que iluminaban lo que debía de ser el oppidum cántabro. Era noche cerrada y los soldados estaban demasiado ocupados como para centrarse en la fortaleza del enemigo. Cuando las tareas de construcción finalizaron, las centurias escogidas para realizar las guardias ocuparon sus posiciones. El resto de soldados fueron a sus tiendas para comer algo y acostarse, el día había sido agotador, desde el principio hasta el fin. Deberían esperar a que amaneciese para observar qué era lo que tenían frente a ellos, la oscuridad y el desconocimiento de la zona impedían llevar a cabo más tareas.

Flavio estaba sentado a la mesa, había acabado de cenar hacía ya un rato, pero no se había levantado. Estaba saboreando unos ricos pastelillos de frutas que habían servido para el postre y unos tiernos y jugosos dátiles, a los que parecía haberse vuelto adicto. Estaba serio, sumido en sus pensamientos, cuando Sexto, que se había ido a cambiar la túnica, le dijo desde sus aposentos:

—He pasado uno de los peores momentos de mi vida debajo de esa carreta. Por un momento creí que no salíamos de esa.

El asesino no respondió, siguió saboreando el delicioso gusto que le había dejado el dulce en la boca. Al momento apareció el funcionario y tomó asiento en la mesa. Ante el silencio del otro hombre, decidió hablar:

—¿Has escuchado algo de lo que he dicho?

—Perdona, no estaba atento… —respondió este centrándose en él.

—De eso ya me he dado cuenta.

—Estaba pensando en mis cosas —dijo de nuevo Flavio.

—Supongo que en tu dinero —dijo sarcásticamente el funcionario mientras se servía una copa de vino.

—Sí, precisamente en eso. He de reconocer que este trabajo me ha reportado grandes beneficios —respondió con una sonrisa irónica el asesino.

—Me alegra ver que el dinero te hace prestar más atención a mis palabras —dijo Sexto agarrando uno de los pastelillos que estaban sobre la mesa—. Es la primera vez que estoy tan cerca de un combate.

—Querrás decir la primera vez que te metes debajo de un carro escondiéndote de un combate —aclaró Flavio dibujando una sonrisa de sorna.

—Me he



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